—¿por donde empiezo? —me preguntó nervioso.
—Empieza contando algo de ti, una pequeña
presentación.
—Vale.
Desde que tengo uso re
razón he sido un romántico. Desde pequeño jugaba con los muñecos y los
casaba, era como jugar a las “familias” pero yo solo, ya que no tenia muchos
amigos. Pero bueno, eso daba igual, imaginaba un mundo aparte para mi solo,
donde corría y luchaba contra los malos, no se joder, tenía 8 años y mis padres
un bar, por lo que mis amigos iban y venían.
Todos los días hacia un nuevo amigo, pero no porque yo los
buscara, si no porque ellos me encontraban a mi, ahí sentado, con mis juguetes
y, cuando los padres tomaban el café después de comer, ellos se levantaban de
la mesa y se acercaban a mi. Yo estaba en los escalones de la “trastienda” (que
era mi guarida, hice poner una cama), por de día jugaba en la puerta y por la
noche me masturbaba en la cama con una lamparita, también leía comics, libros,
dibujaba… lo que hace un niño con esa edad.
En el colegio no destacaba, era el chico 8, tanto porque
pesaba 8 veces más de lo normal para mi edad tanto porque sacaba ochos en todas
las asignaturas, exámenes, trabajos. Siempre la misma nota, por lo que mis
padres nunca se preocuparon en que me esforzara más ni me presionaban, claro,
luego llegó en instituto y había que estudiar en casa y tanto mis padres como
yo no sabíamos como hacerlo. Es curioso.
Volviendo al cole, ya habrá tiempo para el instituto,
recuerdo muy poco en los primeros cursos, la vida no era igual, claro está. Yo
era diferente, iba a un colegio de
“ricos” mientras yo siempre he sido de una clase baja que no llega a media.
Llevaba la ropa de mi primo, y siempre
la misma. Así que las burlas estaban aseguradas. Los niños pequeños son
crueles, como diablillos.
No recuerdo muy bien como ya digo, pero las chicas no se
fijaban en mi, era una silla ocupada más, además a esa edad como mucho era ir a
los aseos para cogernos de la mano o decir que erais novios, ni hablar de besos
y ni mucho menos de follar como ahora los críos de mierda. Bueno, acordándome
de donde estaba sentado la primera vez que me fije en una chica, puedo decir
que debía de ser tercero o cuarto de primaria, nueve – diez años guau. Estaba
sentado en una pared, mi mejor amigo ese día no había ido, por lo que no jugaba
con los otros niños, eso conllevaba tener que hablar con ellos y ese era el
trabajo de mi mejor amigo Juan José.
Total yo estaba sentado comiendo mi bocadillo o quizá pizza
de la noche anterior. Estaba mirando a los demás niños, en plan violador, pero
simplemente fijándome en lo que hacían, lo que llevaban, los detalles de la
ropa, los zapatos. Es curioso las cosas que haces cuando crees que nadie te ve,
como comerte las hormigas de un árbol o mirarte la chorra en medio del patio.
Entonces mi vista se fijó en ella, estaba sentada en la puerta del aulario con
su grupo predilecto y elegido por Dios para ser los populares de la clase.
Ellas vestían con vestidos y ellos con vaqueros, no corrían como los demás,
solo se quedaban quietos, quizá si sudaban se morirían. Pero me fijé en ella
atentamente, estaba callada, mirando para otro lado, como aburrida. Tenia el
pelo negro y corto, la cara era de cuento, redonda y con las mejillas rosadas,
además su nombre indicaba que quería salir volando de aquel grupo, Paloma.
No se exactamente el tiempo que estuve mirándola fijamente
sin parpadear, sin pensar si quiera en algo, simplemente ocupaba toda mi mente.
Quizá la bso de aquel momento seria I Goy You Babe de Sonny & Cher, ya
sabes aquella de la marmota. Por supuesto
era la primera vez que me pasaba esto y no sabia qué era, no podía
apartar la vista de aquella niña y me habían contado tantas historias sobre
ellas, que si tenían poderes, que eran malvadas, que si tocabas su culo te
volvías tonto… Y yo había visto tantas películas que pensaba que eran
extraterrestres en cuerpos de niñas para secuestrarnos y estudiarnos. Estos
pensamientos llegaron como una ola gigante a mi cabeza, arrastrando los otros y
liberándome de aquel estado somnoliento.
Despierto me di cuenta de una cosa, que no podía quitarme su
cara perfecta de la cabeza, no podía dejar de pensar en sus manos, su pelo, sus
rodillas… Todo eso inundaba mi cabeza de chorlito. Sonó el timbre que indicaba
el final del recreo que para mi había durado siglos, aunque no sabia que era un
siglo en aquella época, sabia que era mucho tiempo.
Los días fueron pasando y yo no tenia ni idea de por qué la
tenia todo el puñetero día rondando la cabeza, de por qué no dejaba de imaginármela cogiéndola
la mano o dándonos besos en el aseo. Era muy extraño para mi, así que pregunté
a mama; le dije lo que me pasaba, que la tenia todo el día metida en el tarro y
ya no me daba miedo, quería tenerla cerca. Recuerdo como mi madre se agachó
delante de mí, sonrió y me dio un abrazo larguísimo; cuando terminó me miró a
los ojos y me dijo “¿esa chica te parece la más guapa del mundo?” me tomé mi
tiempo para pensarlo y la respuesta era que si, estaba recordando a todas las
mujeres que había visto por la tele, en clase, por la calle y si, ella era la
más guapa que había visto y por lo tanto, la más hermosa del mundo. Asentí y mi madre me dio otro abrazo, y luego
me preguntó “¿se te mueve el estómago al verla?” ¡Rayos! Pensaba que mi madre
era una jodida adivina. Asentí de nuevo y me dio otro abrazo, pero esta vez me
susurró al oído que me había encaprichado de aquella niña, que me gustaba y que
me había enamorado de ella.
Y así, sin más comenzó mi primer viaje al cielo terrenal, mi
primer vuelo sin motor, mi primera erección mirando a una mujer que no estaba
desnuda. Todo se mezclaba dentro de mi como una batidora, dejándome aislado de
otras cosas, los estudios, los juegos, la tele…
Todo me parecía un aburrimiento al compararlo con pensar en ella.
Y así terminó el colegio, cuatro años pensando en la misma
chica y cuatro años sin decirle nada. Esto creo que necesita un paréntesis.
Ranura de memoria 2 – Presente
-
—Por qué no le dijiste nada? —le pregunté a
Alex después de que acabara de hablar.
—Me daba mucha vergüenza, era el chico con menos
posibilidades. No se –se quedó pensativo un momento– quizá todo hubiera
cambiado si le hubiera dicho algo.
—A veces no sabemos las cosas hasta que ya han
pasado.
Estaba emocionado, contaba las cosas con una naturalidad
impresionante, desde que empezó a hablar había viajado a su mundo, había
transformado con sus palabras mi salón en aquel colegio, en su casa; y lo podía
haber transformado en lo que quisiera.
Se había hecho tarde, quedamos otro día pero más temprano
para aprovechar mejor el tiempo.
— ¿Y ese paréntesis que me traerá?
—Bueno, me parece correcto tratar, aunque sea un
poco, la evolución de la chica y como el chico se queda estático.
—Ya te he dicho que quiero la historia entera, es
mi capricho, que luego quizá la transformemos en cine no es tan importante.
Quiero escuchar tu historia, quiero escucharte a ti
—Gracias.
Nos quedamos mirándonos en la puerta largo rato. Fue un
extraño momento, cuando despertamos él dijo adiós y yo me quedé en la puerta un
rato más, cerré con llave y me fui a la cama. Me dormí intentando pensar en mi
pasado, pero no recordaba más allá de viajes, excursiones y la muerte de mi
madre. Me masturbé pensando en mi primera novia del instituto y la primera vez
que le toqué un pecho. Ese si era un recuerdo que tenia nítido y perfecto y con él me quedé durmiendo.