Las leyes de la física son aplicables al mundo onírico de los seres humanos. Estamos aparte en este mundo cruel y natural, como un pegote masticable de maiz en una ensalada salvaje. Aún así, la brutalidad del destino erigió la vida en el agua salada de los mares y años de evolución nos han llevado al trono de la tierra; somos los amos y señores del mundo y, por ende, las reglas que lo rigen se nos son aplicadas.
Acción y reacción o lo que es lo mismo, con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria, es
decir que las acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y
dirigidas en sentido opuesto: yo te pego una bofetada, tú te enfadas. Años de investigación me han llevado a postular una modificación válida para esta ley, una no acción también provoca una reacción o lo que es lo mismo, no hacer nada también puede ocasionar una reacción igual y equivalente.
Igual que un dedo empuja una ficha de dominó y esta empuja la siguiente, una no acción puede empujar una sucesión de hechos -lírico o prosaico, así como emocional o material- que respondan con una reacción hacia la no acción. Todo esto suena un poco soberbio.
Un servidor aquí presente se ha valido de mil años de experiencia en recibir reacciones provocadas por no hacer nada. Le echaba la culpa a la mala suerte, una nube negra y malévola que sobre vuela mi inocente vida con la única misión de lanzar rayos peluquérrimamente sutiles y desapercibidos que causaran la desgracia de la no realización personal y la ausencia de la non grata felicidad. Sinceramente, me ahogo en un vaso de agua, me preocupo demasiado por cosas sin importancia y las que sí la tienen, no les presto la atención adecuada. Como millones de personas al igual que yo, no me siento cómodo con el gentío, solo con un grupo reducido; no me gusta conocer gente nueva y odio realizar ese rito satánico que tanto está de moda, desde tiempos inmemoriables, que es el salir de fiesta a alcoholizarse con el simple propósito de pasarlo bien. Esto, damas y caballeros, me pasa factura, no sé socializarme y por tanto no sé mantener una relación constante con los que me importan, antepongo la novedad del momento a lo que lleva años junto a mi, provocando un fallo del sistema. ¿Por qué me ocurré esto? Francamente, creo que he madurado y he empezado a realizar varias cosas a la vez, a tener varios propósitos, a pensar en varios elementos importantes en mi vida -creo yo- a la vez; esto provoca una evasión de mis pretéritos proyectos y de mis pretéritas amistades y, por tanto, causan una despreocupación total y ejecutora.
Esto ocurre porque tengo un pensamiento diferente, así como una manera distinta de hacer las cosas, supongo que es errónea, pues me trae problemas, pero mi diminuto cerebro no es capaz de cambiar y pienso que no hay que preocuparse por ello, que no hay que mandar un sms o hacer una llamada porque, simplemente, no pienso que haya consecuencias, no pienso en que esa no acción puede provocar una reacción que acaba jodiéndome sobremanera las relaciones que tengo.
Tengo que aprender a manejar los dos lados de balancín para tenerlos equilibrados.
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