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sábado, 14 de abril de 2018

If you see her, say hello

«(…) bajé del avión y toda la pestilencia de la ciudad entró por mi nariz.  Apestaba a coño, alcohol y mala fortuna. Entré en los baños y solté una enorme mierda que por un momento me recordó que todo apesta por una razón. Me tomé tres cervezas en el bar del aeropuerto, medité sobre el porqué de regresar y acabé follándome en los servicios a la bella dama que me había servido los brebajes. Ella me recordaba a cada embestida lo rica que era mi polla y lo bien que follaba, me besaba con furia —tendría algún problema que ni me molesté en preguntar, solo le comía los generosos pechos mientras probaba cuántos dedos podría soportar su culo— y no paraba de recordar que tenía que volver al trabajo. Una vez limpios de vergüenza y desengaño cada uno volvió a su vida con un poquito del otro en su interior.

Me fumé un pito mientras esperaba el taxi; pensé que nunca me había preocupado dónde metía la polla o qué coño me llevaba a la boca, el sexo nunca me había jodido, siempre los problemas estaban antes o después, pero nunca durante. El taxista era feo, conducía como un loco y solo hablaba de lo mucho que quería a su esposa. Estaba convencido (creo que ambos) en que podría haber acabado con mi polla dentro de su boca en cualquier callejón de esta pestilente ciudad, pero la idea de generarle cierta incomodidad en su vida me cortó el pensamiento; de todas maneras nadie quiere recibir la primeriza mamada de un hetero autoconvencido.

El hedor nauseabundo de la vida me estaba dando dolor de cabeza. Pasé por la licorería y compré una botella de whisky. Ya llevaba la mitad cuando me levanté del sofá, puse ‘Blood on the Tracks’ en el tocadiscos, el disco del desconsuelo, clavé la aguja en ‘If u see her, say hello’ y me dejé llevar por los recuerdos. Borracho y deprimido me encontraba sentado frente al ordenador con medio vaso de seco licor, un asqueroso cigarro y mil recuerdos pululantes, vacíos y dolorosos en la atontada cabeza. Así escribí estas líneas. Te pido perdón, lector.

Tentado a masticar otro orfidal toqué un rato la guitarra mientras sonaba ‘Shelter on the storm’. No podía compararme, de hecho, no puedo compararme con nada en este mundo. La vida es simple pero complicada, un cliché como otro, pero no menos cierto. Las ideas de superación chocan con las ganas de hundirse en el caos y la miseria, el huracán de sentimientos azota sin compasión mi pequeño cerebro empapado en alcohol. Mis dedos resbalaban de las cuerdas, las campanas resonaban en alguna iglesia cercana y lloré desconsoladamente al recordar lo jugosos, tiernos, suaves y maravillosos que son tus labios. La última vez que nos besamos me soltaste un cariñoso cumplido; un consejo espacial que rebotó en los confines de la tierra, se hundió en el infierno, cogió fuerza y destrozó mi maltrecho corazón: “yo tengo mi puta vida, tú tienes que seguir con la tuya”. ¿Cómo refutar esa completa verdad? ¿Cómo agarrarme al clavo sabiendo que en algún momento caeré? Solo tengo estas palabras, es lo único que me queda, pensé. 

“No te hagas eso a ti mismo”, nunca he sido de seguir mis propios consejos. La vida sigue, el sol brilla y siempre hay un después. ¿A quién le importa? Deseamos lo que no podemos querer, queremos lo que no podemos tener y tenemos lo que dios nos brinda, bueno o malo, somos incapaces de guiar nuestros pasos sin un camino impuesto. Soy un cascarón beodo lleno de incongruencia, caído desde lo más alto, roto en lo más bajo y descubierto vacío».

martes, 18 de octubre de 2011

Hielo por las venas congela el corazón


Encontrar el momento para decirlo es imposible, te lo tienen que dar como los ojos del Oráculo.
Ajel, recordando su momento.

Mi momento fue extraño, de madrugada, llevábamos todo el día hablando, lanzándonos indirectas hasta que sin venir a cuento le había dicho que la adoraba por encima de todas las cosas y que cada vez que pensaba en besarla un escalofrió me recorría el cuerpo, me bajaba por la espalda y me hacia mover los pies. Estaba inquieto, nervioso, saltando en silencio a la cama, imaginándome besándola. Tenía la esperanza de que si apretaba fuerte los ojos podría teletransportarme a su cuarto y abrazarla. Jé.

Todo esto sirve para ilustrar el momento; ese instante que detiene el tiempo y paraliza el corazón. Un momento que se siente como una adicción... pero no quiero ahondar en ello, así que paso a otra cosa: el parón. Hablemos mejor del parón. Este fenómeno ocurre o puede ocurrir entre dos personas. ¿Qué sucede? No soy un experto, pero en ese instante por tus venas parecen fluir ríos de hielo, dejándote en un estado de somnolencia. Se podría describir como el momento en que dos almas se cruzan, deteniéndose en su camino, conscientes de su deseo de irse, pero inmóviles. Alejándose lentamente el uno del otro, en cuerpo físico, aunque no desean partir. Si dependiera de ti, dejarías caer tus pertenencias y lucharías por acercarte, anhelando el contacto. Sin embargo, el momento culmina cuando tomas una decisión. Miras el reloj y, con un "uf, tengo prisa, me van a calentar", te marchas. Al girar la esquina, miles de "joder" resuenan en tu mente, y la frustración te embarga. No es justo, careces de elección, porque si optas por darte la vuelta, el momento ya se ha esfumado y nunca podrás revivirlo. Es una pena. ¿Qué más dará? Luego te talas una paja y no tienes cerca un boli para escribir un "I lov u" en el kleenex y te mueres. puaj


Que mierda, ¿por qué las personas no podriamos dar por hecho todas esas cosas? Porque todo saldría mal gilipollas, si tú eres el primero que te enamoras de una tia cuando nada más te mira, ¡Dios qué inutil! Te lo he dicho mil y una veces -la verdad es que me lo ha dicho si- que no porque una tia te mire con ojos de "quiéreme" es verdad que te quiera, simplemente le caes bien o es buena persona, idiota.

Vale, mi sub tiene razón. Es más listo el tio, cuando yo no veo las cosas porque vivo en el mundo el que vivo, él me hace ver la realidad, pero no le hago caso y entonces me hace subir penes al tuenti.