El ser humano ha estado en constante evolución, hemos cambiado y siempre a peor; dejando atrás lo único que nos unía a este planeta de forma natural y transformándonos en una potente ponzoña que arrasa con todo a su paso.
El peor momento de la historia de la humanidad fue cuando, empapados de poder (¡qué coño! ¡Gritando como locos! ¡Moviendo los pulgares demostrado nuestra superioridad intelectual y evolutiva!) nos pusimos, por primera vez como ente único, como sociedad, como civilización en perfecto vínculo, en lo alto de la pirámide. Nos auto proclamamos especie dominante. Nos pusimos la corona de reyes de la Tierra y comenzamos a gobernarla. La hicimos nuestra sin preguntar, sin consecuencias.
El Homo sapiens dio paso al Homo sapiens conqueror que empujó al Homo sapiens imperium hasta el Homo sapiens belligerare; de los que pocos quedan entre los 7 '53 miles de millones de Homo sapiens ridiculum que habitan este pequeño punto azul pálido. Y aun así cada pequeña cabeza de esas tantas se cree especial y superior a cualquier otra forma de vida.
De la grandeza, de la belleza, de la inescrutable senda de la vida hasta lo que ahora somos, monstruos venenosos y repugnantes —he dicho— que han perdido los maravillosos valores de comunidad y colectivo que encontramos en la naturaleza para aprender a "supervivir" pensando en una cosa: mi culo, mi culo, mi culo, mi culo, yo, yo, yo, yo. A tomar por culo, ¡qué cojones!