Esta receta ha sido improvisada, empezaba de una manera, ha continuado de otra totalmente distinta pero ha terminado como esperaba, una deliciosa crema de queso ideal para picar o como acompañante. La receta ha surgido por encontrarme en el fondo del frigorífico de casa de mi padre un pedazo de queso viejo de hace unos meses, duro como la piedra y con algo de moho blanco.
INGREDIENTES:
- Queso viejo del fondo del frigorífico (125gr)
- Cebolla (1/4)
- Ajo (diente de leche)
- Leche (100ml)
- Harina (una cucharada)
- Sal
- Aceite
- Pimienta (blanca no homo)
- Mantequilla (poco)
- Perejil, el toque español
PREPARACIÓN:
- Vamos a preparar una ligera y rápida bechamel que sirva como medio para la crema. En un cazo pequeño ponemos aceite a calentar y le añadimos la cebolla finamente picada, salamos. Cuando esté transparente añadimos el ajo fino fino y pochamos a fuego súper lento. Añadimos la pequeña onza de mantequilla y la pimienta. Pasados unos minutos añadimos la cucharada de harina y la cocinamos para quitarle el sabor a crudo, seguidamente añadimos la leche -fría- y movemos para romper los pequeños grumos. Lista la bechamel, cocinamos durante unos minutos para que espese, pero no demasiado.
- El queso viejo, al estar duro, es mejor rallarlo, se incorporará mejor a la bechamel y nos será más fácil calcular la cantidad y la densidad de nuestra crema. Añadimos a pocos el queso olvidado y vamos ligando con la bechamel. Queremos una consistencia de leche condensada. Añadimos poco a poco el queso y vamos removiendo. No incorporaremos más hasta que el anterior esté bien fundido. Atención: es posible que huela a chamusquina y es muy muy importante quitar el cazo del fuego -que siempre lo tendremos bajo- según vayamos añadiendo el queso para que no se pase, el juego consiste en remover fuera del fuego y luego ponerlo para que el cazo coja temperatura.
- Ya tenemos una suave crema de queso que huele a la mil maravillas, vamos a añadirle el perejil fresco bien picado ya fuera de fuego.
En mi caso, yo he añadido, al gusto, hierbabuena seca, tomillo fresco y una ralladura de limón que han aportado frescura y aroma. Lo he disfrutado templado con un pan integral. El sabor era suave, la hierbabuena y el tomillo desprendían un agradable olor y el limón se notaba en su justa medida, aportando un toque cítrico que bailaba en preciosa armonía con el fuerte sabor del queso viejo.