Jueves, 24 de mayo de 2012
Durante los siguientes días no había llamado a Alex, él
tampoco había dado señales de vida. Por una parte estaba nervioso, esta
historia iba para largo e íbamos un tanto retrasados, pero por otro lado, no me
apetecía verlo. Una pequeña parte de mi aún estaba un poco resentida y el
tiempo es lo mejor para olvidar.
Hacia una semana que no nos veíamos, quizá ya era hora de
llamarlo, pero yo había tenido un percance con los médicos, me habían
diagnosticado un sinus pilonidal en
la baja espalda y me había operado hace 3 días. Estaba recuperado, aunque aún
tenia dolor y no podía permanecer mucho tiempo sentado, el menos mi trabajo era
de pie y hace unos días nos dijeron que algunos íbamos a cambiar de programa o
incluso se hablaba de operarios de cámara para un rodaje de una película. Yo me
ofrecí voluntario para esto último, quería oler de nuevo un set, meterme en ese
mundo y, quizá, podría dejar caer un libreto delante de las narices del
productor de turno. Tendría que adornarlo como nunca, hacerlo tan comercial
como un anuncio. También podría rodarlo por mi cuenta, no era una
superproducción y me debían favores. Favores. Gente.
Viernes, 25 de mayo de 2012
Desperté temprano, justo antes de que sonara el despertador,
pero como siempre, puse la mano sobre él y esperé a que sonara para apagarlo.
Cogí el móvil y me decepcionó no ver alguna llamada perdida o un sms, pero
claro, no creo que fuera a llamarme por la noche. Me duché, salí de mi casa, cogí el coche y me
dirigí hacia los estudios.
Llegué media hora antes sin darme cuenta, así que me escondí
detrás de la maquina del café, había una pequeña sala para los recambios de los
focos. Nadie entraba allí nunca, salvo para echar un polvo rápido si te había
entrado el calentón con la jefa de caterin. Solo lo habíamos hecho una vez y
encontramos ese sitio de pura chiripa y menos mal, yo ya no llevaba los
pantalones puestos.
No la volví a llamar después de eso. Quizá ahora estaría
saliendo con ella y con planes de boda e hijos. Simplemente esa idea me
revolvía las tripas, no la idea de ser padre o esposo, si no la idea de no
tener aún alguna de las dos cosas.
Por alguna extraña razón me bajé los pantalones y me saqué
el pene, pensaba masturbarme allí mismo recordando aquel maravilloso polvo,
pero justo antes de empezar escuché al jefe en la máquina de cafés, estaba
hablando otro hombre.
-
….el problema viene de a quién te quieres
llevar.
-
Bueno, evidentemente, quiero al mejor. Estamos
hablando de una producción de hollywood.
-
Bueno tengo un cámara con bastante experiencia,
es el que hace los planos de cámara, creo que antes era director… si tiene varios
trabajos independientes y algunas producciones.
-
¿Es profesional? Bueno parece que tiene
experiencia
-
Si claro, es un buen cámara, puedes llevártelo a
Inglaterra sin problemas y …
No me lo podía creer, ¿Inglaterra? ¿Qué demonios significaba
eso? El cabrón los lo había ocultado y la jodida suerte ha estado esta vez de
mi parte. No quería irme, ahora no. Sin subirme los pantalones salí de la sala
de recambios para focos y me presenté delante de los dos hombres trajeados.
Ambos se quedaron petrificados al verme de repente, pero sus caras se
transformaron en un cuadro de Dalí al verme la polla colgando por fuera del
calzoncillo. Antes de que pudieran decir nada, les tiré el café encima, me subí
los pantalones y salí de allí con paso firme. No entendía lo que me decían pero
el revuelo era impresionante y supongo que los insultos saltaron como chispas
de petardos. Salí a fuera evitando la metralla y subí a mi coche. Lloré durante
todo el camino a casa.
Sábado, 26 de mayo de 2012
Desperté tirado en el suelo junto al sofá, al moverme
sonaron algunas de las botellas de ginebra que compre de camino a casa. Había
cogido la mayor de las borracheras para intentar buscar una respuesta a mi
actuación de ayer, si es que era sábado, quizá llevaba inconsciente dos días.
Busqué a tientas el teléfono móvil pero lo único que encontré fueron más botellas
y trozos a medio comer de pizza.
La había cagado, eso estaba seguro, di por hecho que me
habían despedido, ahora no tenía trabajo, así que tampoco una fuente de
ingresos, pero si unos suculentos ahorros. Aquel no era el problema, lo era el
hecho de haberme comportado como un sucio estúpido, un marrano obsceno. Quizá
tuviera alguna denuncia, pero quizá también lo achacarían al trabajo y al
estrés y mis compañeros habían presionado para que el jefe no me denunciase.
Pero claro, salvar mi puesto era imposible. La había jodido delante de aquel
magnate mediocre y por tanto, mi jefe no podía hacer la vista gorda, ya que su
puesto quizá también corría peligro. Quizá también debería de buscar otro quizá
también, hasta mis pensamientos son repetitivos.
En ese momento sonó el jodido teléfono taladrándome los
tímpanos como una manada de hunos; entre abrí los ojos y lo encontré, al fina,
debajo de una caja de pizza con una polla de considerable tamaño dibujada en la parte superior. Antes de descolgar pude
ver unos 13 mensajes “tengo amigos al fin y al cabo”, pensé. Me puse el
teléfono en la oreja.
-
Brup (eructo) ¿Si?
-
Emh, hola soy –
-
Ah ¡Alex! Cuanto tiempo (maldito enano cabrón)
¿Qué tal? (Rata asquerosa)
-
Emh bien, je, gracias. Oye, ¿estás bien? (¡Qué
si estoy bien dice!) Te noto la voz un poco tomada…
-
Bueno, brup, he cogido algo de frio esta noche.
¿Qué querías? (enano asqueroso)
-
Emh, ya he terminado todo lo que tenia que hacer
(mentiroso cabrón) así que cuando puedas podemos retomar nuestro proyecto.
-
Si, si claro (¿podrías haber llamado antes no?)
cuando te venga bien.
-
Pues te llamo para concretar, en un dia o dos,
para que te mejores de ese constipado (si, mejor que no aparezcas por aquí
pronto porque ¡te arrancaría esa cabeza de enano que tienes!)
-
De acuerdo. Hasta luego campeón.
Me quité el teléfono de la oreja, le grite ‘cabrón’ con
todas mis fuerzas. Me levanté, abrí una ventana para que se oreara el salón y
tiré el teléfono a tomar por culo. Tras hacerlo me di cuenta de que lo
necesitaría para recibir la llamada de Alex, pero bueno, tenia tiempo, pero no
para recoger está mierda de salón. Me fui a la ducha y me limpie toda la
porquería, tanto la que tenia por haber dormido sobre trozos de pizza, como la
emocional.
Martes, 05 de junio de 2012
-
Ya era hora de que llegases ¿no? – le dije con
enfado a Alex, llevaba esperando 10 días a que apareciera por mi casa y llegaba
una hora tarde –.
-
Perdón, perdón – dijo entre risas – es que casi
lo olvidé.
-
¿Casi lo olvidas? ¿Cómo es eso? Una cosa se
olvida o no… pero casi olvidarla…
-
Bueno – soltó una risotada – es curioso, sabia
que tenia que venir, pero antes de salir me puse a pensar qué decirte y casi lo
olvido. Sabia que tenía que venir, pero no recordaba que tenía que venir ¿me
explico?
-
No – yo también reí – creo que se te da mejor
contar historias que explicarte.
Me miró con una sonrisa. Parecía que estaba contento por
venir aquí, le gustaba contar su historia aunque le doliera el simple hecho de
hacerla. La última vez que me llamó, hace diez días, me volvió a llamar unas
horas después, me confesó que su madre estaba ofuscándolo para que dejara de
venir. En una comida se le había escapado nuestro secreto y a su querida madre
le parecía un puto violador de niños y no quería que Alex volviera a mi casa. Sabía
que él podría solucionarlo así que le dejé margen (tiempo que utilicé para
beber y estabilizar mi vida) para que el mismo lo arreglase y aquí lo tenemos,
suelto como un pavo real, a sus anchas, libre;
no le tenia que decir qué hacer, el mismo se sentó en su silla delante de la
mía y esperó a que yo llegara con refrescos y algo para picar.
-
Así que todo solucionado ¿no? Tu madre por fin
te ha cortado las cadenas.
-
Si – bebió un poco – fue complicado convencerla,
tuvimos que ver todas tus películas y cortos.
Reímos durante un par de minutos.
-
Veo que has tenido que utilizar la artillería pesada
y dime, ¿qué le han parecido?
-
Le gustaron, aunque parezca increíble. Después
de verlas hablamos sobre este trabajo, incluso estaba interesada, yo a mi madre
no le cuento nada. Aunque no le gustó la
idea de que te contara todas mis intimidades aceptó cuando le dije que si el
proyecto saldría adelante ganaríamos mucho dinero y la llevaría a una gala.
-
No está bien mentirle a una madre – reímos durante
otro par de minutos. Estábamos a gusto y eso se notaba en el ambiente – pero quizá
tengas razón. Quien sabe. Quién.
-
Si… quizá.
Tras una larga pausa donde cada uno imaginó lo que quería imaginar
(yo por mi parte imaginé el estreno en un pequeño cine, advirtiendo al público
que esta seria la mayor confesión de la verdad que jamás iban a ver), le dije
con la mano que podía comenzar cuando quisiera y encendí la grabadora.